Nítido el horizonte, el mar tranquilo,
Acecho cauteloso de gaviotas,
solo el triangulo breve de una vela
cortando va el azul como un cuchillo,
silencioso y veloz, que impulsa el viento.
Sobre el azul, un tímido celaje
turba apenas, del mar , la sorda calma,
preludio de un rumor que poco a poco alza la brisa,
y un tenue escalofrío.
eriza el bello a la líquida epidermis.
Se encrespan rizados torbellinos,
Cual si fueran
mechones ondulados con ráfagas de espuma
que se alzan agresivos cuando estallan
contra el abrupto escollo del pardo roquedal.
Por el cantil,
reptando caen los troncos mutilados,
batidos al empuje del terral,
sus ramas ya resecas se descuelgan,
volcándose cual náufragos sedientos
sobre el brocal salino del bronco acantilado.
Y el viejo marinero,
Como otro tronco seco, enjuto y mutilado,
El sol y el yodo impreso en el semblante,
rumia entre los recuerdos de antiguas singladuras,
que en su pecho dejaron íntimas cicatrices.
Perdida la esperanza,
Con la mirada fija en el vacío,
anclada la añoranza en esta orilla
dentro del alma un velo de nostalgia,
y el brillo de una lágrima en los ojos,
esconde las pupilas
que ya no verá mas la orilla opuesta.
21 abril, 2009
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