EL GERIATRICO
Beso esas manos blancas
que generosamente ofrecen
su apoyo y nos ayudan
para bajar sin temor
los últimos escalones.
Yo no quiero en emérito concilio
sentarme al sol en la senil holganza,
perdiendo entre lamentos y añoranza
mi escaso tiempo en callejero exilio.
No quiero de mis deudos, que en mi
auxilio,
pretextando dorada residencia,
cuando se haga enojosa mi presencia
me ofrezcan colectivo domicilio,
ni que el doctor me imponga tal
mesura
que me obligue, privándome en exceso,
a vivir una muerte prematura.
Y si de un cable pende mi deceso,
prefiero, que si pierdo la cordura
me aceleréis del tránsito el proceso.
Que esas salas de espera,
ligeros de equipaje,
son ya el último tramo del trayecto;
y el tiempo estacionado en los relojes
ya no marcan las horas de la prisa,
ni miden las que faltan por llegar.
Los viajeros:
Fantasmas catatónicos carentes de
futuro.
como encefalogramas planos:
no se si en su silencio
ven transcurrir las horas,
las noches y los días.
El mundo sensorial de los recuerdos:
imágenes difusas,
borrosas sensaciones que la memoria
evoca;
y en una quieta lágrima parecen
aflorar.
En esta soledad inapelable,
nos mande Dios, en su misericordia,
el patético bien de la senil amnesia;
hasta que al fin, el alma liberada,
emprenda el viaje hacia el mítico
destino
y abandone su fardo en el andén.
a
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