LA PARIDAD
Con
algo de hilaridad
vamos
a reconocer
que
no es igual conceder
que
avenirse a la igualdad,
y que
con LA PARIDAD,
las
mujeres más activas,
a
iguales expectativas
que
el varón, tiene derecho,
es
mas, ya tiene de hecho
las
mismas prerrogativas.
Era
bula del varón
escoger,
si pretendía
pasar
por la vicaría
a una
mocita en sazón.
La
que perdía la ocasión
se
consumía en la espera,
y
aunque un pretendiente fuera
un
cretino o un sinsabor,
lo
aceptaba aun sin amor
por
no quedarse soltera.
Antes
era el matrimonio
un
proyecto de por vida.
La
esposa, que sometida,
gobernaba
el patrimonio,
daba
a la vez testimonio,
de
ama, de amante y criada,
que
además de la colada,
la plancha,
el niño, el fogón…
todo era
su obligación
que él,
de doméstico, nada.
Cada
rol en el hogar
iba
ya preestablecido:
el
esposo a ser servido,
la
mujer a azacanar,
pues
no se podía pensar
que él
un botón se cosiera,
ni
que el biberón le diera
al
niño, tal menester,
era
cosa de mujer
que
el, de eso, quedaba fuera.
Por
su viril condición
haciendo
alarde de hombría,
su
criterio se imponía
aun
carente de razón,
y en
caso de discusión
no
aceptaba otras razones
ni
soportaba sermones
ante
un error cometido,
por
que en la casa el marido
llevaba
los pantalones.
Hoy
casarse es un inciso
de
carácter temporal,
y si
el negocio va mal
se
deshace el compromiso,
pues
se expone lo preciso
sobre
un ara sin retablo,
que
si luego enreda el diablo,
no
haciéndolo en el altar
no
tendrás por que acatar
la
epístola de san Pablo.
Antes
eran “sus labores”
la
profesión de mujer,
se
conformaba con ser
portadora
de valores.
Pero
los reformadores
de la
ley, las ha instruido;
su
derecho han exigido
y
ahora con LA PARIDAD
tiene
que hacer la mitad
de
labores, el marido.
Ya no
es ninguna virtud
guardar
la virginidad,
que
ahora es una facultad
de
toda la juventud.
Si
antes era una actitud
disculpable
en el varón
ahora
es una pretensión
que
no discrimina sexos,
pues
aparte los excesos
gozan
de igual expansión.
Tal
igualdad ha logrado
esto
de LA PARIDAD,
que
aunque en la fecundidad,
él no
sea el embarazado,
su
función no ha terminado
con
el masculino aporte:
hace
con ella el deporte
de
preparación al parto
y después
en el pos- parto
de
“parturiento” consorte.
Y
como les dan opción
los
convenios laborales,
ha de
cambiar los pañales,
preparar
el biberón,
dar a
la mamá atención,
del
desayuno a la cena,
tener
la despensa llena,
manejar
la lavadora,
la
plancha, la aspiradora. . .
o
pedir ayuda ajena.
Ahora
puede la mujer
ser
albañil o ingeniero
y
como gana dinero
hace
honor a su valer.
Así
la podemos ver
en el
club o en la taberna,
juega
al mus, fuma y alterna
lo
mismo que hace el varón,
si
quiere, elige al garzón,
que
así es la mujer moderna.
Tanto
han evolucionado
en
emular al varón
que
imponiendo su tesón
a
ministras han llegado,
ya
mas de una es magistrado
y ahí
no se llega por guapa,
otra
lleva en la solapa
insignias
de general
y
ninguna es cardenal
porque
aún no lo admite el papa.